Las creencias, ilusiones y
expectativas que hoy tienes son producto de tu pasado, tu experiencia te ha
llevado a conformar tus pensamientos. Y son muchos de esos pensamientos los que
son origen de tus problemas actuales. En efecto, nuestras decisiones las
hacemos mediante nuestro modo de pensar, valoramos conforme aprendimos a
valorar: todos nuestros actos están condicionados por nuestra teoría en uso con la que nos movemos y
que hemos ido desarrollando en el transcurso de nuestra vida.
Las raíces de tus problemas se
encuentran así arraigados en esa experiencia personal y la forma en que
decidiste darle significado.
Pero además de las
significaciones que construimos de lo que hemos vivido están las consecuencias
físicas de las decisiones que tomamos en esas vivencias. En efecto, hoy puedes
estar embrollad@ en una gran variedad de problemas con tus bienes, tus
relaciones, tu trabajo, tus ingresos, tus deudas, etc, todo ello a partir de
las decisiones pasadas. La inercia se torna muy pesada y salir
de tal impulso puede verse casi imposible. En el budismo el concepto de karma está relacionado con tales
inercias.
Analicemos un poco mejor esto
que ya casi suena a “la fuerza del destino”. Es cuestionable que estemos
determinados por nuestro pasado, de hecho: no estamos determinados, sólo
condicionados. Si estuviéramos determinados no habría forma de escapar a su designio:
como Edipo, nuestra condena estaría dada y tratar de escapar de ello no sería
más que un intento fallido como lo presenta Sófocles en su famosa tragedia.
No es así, no estamos
determinados, pero sí condicionados. No sólo por nuestros actos y experiencias
vividas, sino por el significado que les dimos. Pongamos un ejemplo: Cuando
niño fui golpeado por otros niños, entonces yo interpreto: "nadie me
queria, soy un mal nacido, todos me odiaban, por eso soy un fracasado" o
tengo otra opción: "cuando niño me enfrenté a retos muy difíciles, tuve
que aprender a defenderme, no fue fácil pero al fin creo que eso fortaleció mi
carácter y por eso ahora soy muy resuelto, valiente y triunfador" es la
interpretación lo que cambia.
Lo que te marca no es lo que has
vivido, sino la creencia que al respecto construiste.
La creencia, pero también el
adormecimiento del deseo nos mantiene atorados. Si algo nos oprime, nos resulta
insuficiente, nos genera angustia, vacío, desazón, algo debemos modificar para
encontrar salida. El problema pasa, ciertamente, por identificar ese algo, pero
también requiere tener un deseo lo suficientemente fuerte como
para modificar lo que debamos modificar. Parece ser que hoy día mucho
sufrimiento innecesario se debe a que nos han anestesiado nuestra posibilidad de
desear, de modo que el deseo no cuenta con la suficiente intensidad como para
que pase de mera ilusión a actos concretos que nos lleven a nuestro objetivo.
Concluyamos esta reflexión con una
posibilidad para lograr el cambio:
Una de las más importantes cosas
que puedes realizar contigo mismo es el cernir
tus creencias, tus actitudes, tus pensamientos y tus sentimientos para
encontrar aquellos que son nodales y crean tu presente insatisfactorio. Buscar
así las raíces de tus decisiones actuales. Al ver esas raíces será fácil optar
por un cambio. No verlas es seguir en el doble ciego.
El pensamiento positivo por sí
mismo suele ser la base para dar “golpes de ciego”, para lo que puede servir es
para mantener la energía, la fuerza del deseo. Pero sin romper con los
obstáculos arraigados en nuestra mayor profundidad no se avanzará mucho: no
puedes decirle ¡échale ganas! a una plantita que está impedida de Sol, Agua y
nutrientes para su crecimiento.
Es así que el éxito, como lo manejamos en el coaching es dejar de fracasar eliminando las causas inerciales de tal fracaso.